sábado, 10 de diciembre de 2011

De la crisis económica a la oportunidad del instante imprevisto

De la crisis económica a la oportunidad del instante imprevisto
Luis Rubalcaba

¿Qué está pasando en la economía? ¿Por qué estamos donde estamos con 5 millones de parados? ¿Por qué las noticias nos asaltan cada día con una nueva preocupación, antes Grecia, ahora Italia...? ¿Nos podrías aclarar un panorama que resulta confuso? ¿Cómo podremos salir de la crisis? y, por otra, ¿Qué luz arroja el manifiesto de CL a la situación económica actual? ¿Por qué puede resultar pertinente en el contexto económico existente?



1. A la primera pregunta ¿Qué está pasando? Comenzaría diciendo que estamos ante la mayor crisis económica de la historia reciente de España y seguramente también de Europa
. Tendríamos que retrotraernos a las penurias de la post-guerra española para ver una crisis semejante, aunque, para muchas familias de hoy, la situación actual no es menos compleja ni menos dramática que para las familias de entonces. Sobre todo porque estamos perdiendo muy rápidamente los altos niveles de bienestar y riqueza que habíamos alcanzado en las últimas décadas. Estamos cuesta abajo y con muy pocos frenos.

2. La gravedad de la crisis a la vista está. Podría decir muchos datos, pero los 5 millones de parados creo representan una realidad que ya lo dice casi todo (más del 20% de la población activa). Me permito añadir algunos datos más: 45% de paro entre los jóvenes y los emigrantes; 178.000 empresas han cerrado desde que empezó la crisis, (un 13% del total) cada día cierran en España unas 430 empresas; 22% de los hogares españoles están bajo el umbral de la pobreza. Cerca del 30% no llega a fin de mes. Son ya cerca de un millón y medio los hogares donde nadie trabaja y entre 300.000 y 400.000 viven sin ningún tipo de ingresos, habiendo ya agotado las ayudas al paro. ¿De qué viven? Viven de las ayudas de los familiares y de las obras caritativas como Caritas o el Banco de Solidaridad.
Por otra parte, tenemos un problema financiero terrible en España2. El dinero no fluye a las familias, los autónomos y las empresas. Entre otros motivos, porque los bancos están demasiado ocupados en devolver sus propias deudas y en recapitalizarse. Además, el sistema financiero español aún tiene que afrontar todavía un agujero que hay quien estima que puede ser de unos 100.000 millones de Euros, derivados de la burbuja inmobiliaria. Y los prestamos en los mercados internacionales son cada vez más costosos de conseguir. En resumen, no hay dinero. Tampoco para el Estado.
El Estado, que debería gastar ahora más, mucho más, para intentar ayudar a las miles de necesidades del país, resulta que ya puede gastar más. Por dos motivos. Primero, porque lo gastó todo en los años anteriores. Segundo, porque no nos dan crédito en los mercados ni en la Unión Europea: los recortes son inevitables como estamos viendo en los debates electorales. Hoy hay serias dudas sobre si podremos mantener el Estado de bienestar tal como lo conocemos hoy. Pensiones aseguradas, seguros sociales, sanidad gratuita, educación barata...Todo esto va a cambiar y habrá que estar preparados para ello.

3. Por su parte, Europa está paralizada, sin saber a qué atenerse. El Banco Central Europeo está comprando masivamente deuda de los países llamados periféricos (hoy se ha anunciado que se han comprado desde agosto 110.000 millones de Eros de deuda italiana y española sobre todo) a sabiendas que esto es un parche que no va a solucionar ningún problema de fondo. Los economistas hoy nos dividimos entre los que creemos que hay que caminar hacia más Europa, hay un gobierno europeo más fuerte con políticas fiscales comunes y bonos europeos, y los que creen, especialmente en Estados Unidos, que la solución es eliminar el euro, o que los países con problemas vayan saliendo del Euro, empezando por Grecia. Es decir, o más Europa o menos Europa. En lo que todos estamos de acuerdo es que la situación actual es insostenible. Lo ha dicho esta misma mañana el presidente de la Comisión Europea Durao Barroso. Ahora es Italia, luego puede ser cualquier otro país endeudado (España está salvo de momento gracias al 20N). Europa no es capaz de hacer frente a los contagios de la crisis de unos países a otros, a veces con muy poca lógica, como en el caso italiano, y por sí misma Europa tampoco no puede ni podrá nunca rescatar a un país grande como Italia, España o Francia; son países demasiado grandes. Europa debe dar un paso hacia adelante o hacia atrás.

4. Y la pregunta del millón, ¿cuándo empezaremos a salir de la crisis? Los economistas más optimistas dicen que en 2014 se empezará a crear empleo. La mayoría pensamos que no será hasta 2016. Algunos dicen que el año que viene será el más duro de la crisis. Puede ser. Hasta que no crezcamos al 3% del PIB no podemos asegurar que se genere empleo y que estemos saliendo de la crisis.

5. Pero, ¿por qué hemos llegado hasta esto? ¿Qué ha conducido a semejante locura económica?
Existen dos tipos de razones: las técnicas, de las que se hablan en las tertulias económicas y en los debates de radios y televisiones, y las razones culturales o antropológicas3, de las que nadie habla, excepto en ocasiones como las de hoy. Pero lo curioso es que ambas razones explicativas de la crisis están muy interrelacionadas, como he intentado explicar en el libro sobre la crisis que ha publicado Ediciones Encuentro y que ahora resumo las claves más importantes.
Son cuatro las grandes causas de lo que está pasando. Las cuatro son válidas para explicar la crisis internacional, pero especialmente pertinentes para explicar la crisis española y de hecho hablaré del caso español.

PRIMERA CAUSA. Estamos así por la debilidad de los sistemas productivos, por la baja competitividad y productividad y, en España, por tener un modelo productivo excesivamente centrado en el turismo y en la construcción, y este último dio lugar a la burbuja inmobiliaria. Todo esto nos ha conducido a tener en España el mayor déficit comercial relativo del mundo -exportamos muy poco-, lo que explica esa necesidad de financiación externa que ahora nos tiene estrangulado al sistema financiero y a la actividad económica.
Obviamente un Euro alto y sobre-apreciado no nos ayuda a ser más competitivos pero nuestro males aquí se relacionan con una baja eficiencia y productividad en el trabajo, una falta de cultura del esfuerzo, una escasa capacidad emprendedora, una innovación por el subsuelo, y un nivel muy pequeño de aprovechamiento de las ventajas de la globalización. Es como si hubiéramos estado cómodamente dentro la inercia de la expansión previa a la crisis, flotando en las burbujas despegadas de la realidad y confiados en el maná del Estado; todo dentro de una autocomplacencia y de un inmovilismo social y económico lacerante.

SEGUNDA CAUSA. En los años previos a la crisis se estaba produciendo una asimetría mundial entre el ahorro y la inversión donde en países como España se ha producido un ingente exceso de gasto de familias, empresas y administraciones. España, como Italia, tiene una de las mayores deudas totales (pública y privada) del mundo. Curiosamente, los mercados no están penalizando tanto la deuda pública en España o ahora en Italia, cuyo crecimiento -a diferencia del griego- no ha sido totalmente desmedido, sino el gasto privado (y la estabilidad política).
Parte de esto tiene que ver con una cultura en la que nos hemos acostumbrado a vivir por encima de las propias posibilidades, en un optimismo ingenuo donde todo parecía posible. Una falta de realismo total. Y en el camino nos hemos acostumbrado a disfrutar en España de entre los mejores servicios e infraestructuras de Europa. Por poner un ejemplo tonto, nos hemos acostumbrado a que nos recojan la basura todos los días cuando en otros países mucho más ricos que el nuestro se recoge una o dos veces a la semana. Pero así ha sido con todo.

TERCERA CAUSA. La crisis financiera internacional explota con la crisis de las hipotecas subprime, la titulación engañosa de los productos financieros (que dio lugar a una estafa a gran escala), la gestión deficiente de riesgos, y los reguladores financieros y agencias de rating que fueron conniventes. Esto ha sido debido a un cortoplacismo tremendo, muy típico en la cultura moderna, y la española en particular: búsqueda de beneficios rápidos. Un premio nobel dijo que si los bonus de los banqueros hubieran sido fijados a 3 o 5 años, en vez de a 3 o 6 meses, no hubiera habido crisis financiera internacional.4
El cortoplacismo es una cáncer en la economía y daña la confianza. Si uno solamente sólo piensa en el aprovechamiento inmediato y crematístico del trabajo, no hay posibilidad alguna de construcción sostenible entre las personas, ya que las personas sólo crean lazos comerciales y negocios si confían unas de otras. Hoy queda muy poca confianza en el sistema y las tensiones financieras internacionales reflejan esa falta de confianza.

CUARTA CAUSA. Las políticas económicas han sido muy inoperantes y contradictorias en todo el mundo. Pero España se lleva la palma de oro. En España hemos conocido la política de mirar hacia otro lado, de poner parches para contentar a Europa y a los mercados sin abordar reformas estructurales necesarias (como las del funcionamiento mercado de trabajo, la del sistema financiero o las de las administraciones). Aunque no era ni es nada fácil hacer frente a esta crisis, la gestión del gobierno saliente ha sido realmente lamentable, hay que decirlo.
Pero no sólo es culpa del gobierno o de los políticos, también hay que decirlo. Éstos se han encontrado cómodos con una falta de un tejido social intermedio que reclame responsabilidad e inste a actuaciones serias más allá de los sondeos de opinión. El Estado vive demasiado cómodo en España. El poder está cómodo cuando los individuos están disgregados y nadie le hace frente. Ahora lo estamos pagando.
En resumen, las causas técnicas de la crisis tienen un trasfondo antropológico que las explica, que las vehicula. Y, por ello, a largo plazo las soluciones también deben ser de una naturaleza semejante.

6. Por esto me parece que el manifiesto de CL es plenamente pertinente al momento actual. Porque sitúa en el debate público el centro de las cuestiones por donde pasan las soluciones de fondo.
Desde mi punto de vista el manifiesto tiene muchos aciertos, pero me limitaré a señalar las que son para mí, como economista, las tres grandes provocaciones del mismo.
La primera provocación es la que viene de la afirmación de que realidad es positiva porque pone en marcha a la persona, y, con ella a la sociedad. Es una invitación a vivir la crisis como una oportunidad. Esto lo podemos constatar porque históricamente crisis previas han sido grandes oportunidades de las que han salido grandes cosas. A nivel institucional y a nivel personal.
De las crisis de 1929 surgieron las garantías en el sistema bancario y las leyes para proteger los bienes comunes. De la segunda guerra mundial surgieron las grandes instituciones internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario y la Comunidad Económica Europea. De la crisis del Sistema Monetario Europea en los veranos de 1992 y 1993 surgió el Euro. De esta crisis también deberían surgir grandes cosas.
A nivel personal-laboral en España, los años de la posguerra obligaron a emigrar a mucha gente, constituyendo dicha emigración uno de los factores clave de la salida de aquella crisis. Tras la crisis posterior de los 70 muchos otros abandonaron las viejas fábricas en declive para cambiar de sector, hacia el turismo o el comercio y ello fue un bien necesario.
Estos días recibo muchas preguntas de mis alumnos. Una alumna francesa me decía la semana pasada: ¿por qué ese 47% de jóvenes en paro no se viene a buscar trabajo a mi país cuando allí hay mucho más trabajo y los salarios mínimos son muy superiores? ¿O no van a Brasil, que prácticamente no hay paro -están en el 6%-? O a veces me preguntan por qué España ha sido unos de los países del mundo desarrollado con más baja productividad? ¿o por qué los jóvenes españoles lo que más desean es ser funcionarios al terminar la carrera o, por qué el 70%, como se publicó la semana pasada, quiere tener un trabajo muy encarrilado con un sueldo donde no tenga que asumir ningún riesgo? El espíritu emprendedor no debería ser sólo para empresarios, sino algo para todos.
Para los trabajadores que hemos mencionado en las anteriores crisis, la crisis fue una oportunidad para cambiar de vida, de sector o de país, con todo lo que ello supone. Una oportunidad para mejorar en la económico y en lo personal, por derroteros imprevistos e inicialmente no deseados.
El miércoles pasado tuve la ocasión de comer con unos amigos y familiares de amigos en la toma de posesión de tres doctores que han trabajo conmigo estos años. Fue un día estupendo. Pero una de las mejores cosas fue el testimonio de la pareja de uno de ellos que, siendo ingeniera, ha sido despedida y al poco ha decidido construir una empresa para trabajar en la hostelería. No ha esperado a que pasaran los dos años de paro. No ha perdido tiempo en quejarse del sistema, en lamentarse de su situación o en esperar a que le llueva del cielo un nuevo trabajo como ingeniera. Se ha puesto contenta a crear una nueva empresa, un restaurante, y asumiendo el riesgo con otros amigos y familiares.
La crisis actual seguramente va a requerir afrontar un triple reto laboral: cambiar de sector, cambiar de residencia, y cambiar de forma de concebir las relaciones laborales. Se quiera o no, hacia modelos laborales más flexibles, donde la seguridad no vendrá de un puesto de trabajo para siempre ni de grandes indemnizaciones por despido. La seguridad vendrá de que la capacidad para cambiar varias veces de empresa a lo largo de la vida laboral y aún más veces de función dentro de la propia empresa. Es decir la seguridad se traslada de la empresa, que cada vez opera en contextos más globales e inciertos, al trabajador, que necesita una formación más polivalente y audaz, más capaz de afrontar los más diversos retos y de ser emprendedor en mayor o menor medida.
En este contexto los sindicatos y empresarios también deben redefinir su misión, así como las administraciones. No podemos seguir teniendo en España una de las legislaciones laborales más antiguas y más contrarias a la creación de empleo del mundo desarrollado. Pero aunque tuviéramos la legislación perfecta se requiere una mentalidad en el trabajo diferente, abierta al cambo, abierta al imprevisto.

7. Con esto ya estamos hablando de la segunda gran provocación del manifiesto: el crecimiento económico viene de lo que llama "instante imprevisto".
Este término, en lenguaje económico, se podría traducir por capacidad innovadora, espíritu emprendedor, o disposición al cambio y a los nuevos retos globales.
El manifiesto dice que hay que adaptarse a los nuevos tiempos, a las nuevas exigencias y, ciertamente, el progreso tecnológico y la globalización van a estar continuamente modificando los esquemas y formas de producir y de trabajar. La innovación hoy no puede ser vista como un lujo; es una necesidad.
Un artículo de el diario electrónico Páginas nos decía que uno de los secretos de los BRIC puede ser el esfuerzo que dedican a la innovación. Según datos de la OCDE, China ha incrementado su gasto en I+D en el período comprendido entre 1995 y 2005 un 23 por ciento, sus patentes ha aumentado un 70 por ciento. Corea del Sur, según la previsión del FMI, en 2025 será la economía número 11 del mundo, mientras que España será entonces la número 17. Tiene un ritmo de crecimiento de patentes del 39 por ciento, el doble que el de nuestro país. Pero sin ir tan lejos, Alemania, en estos años de crisis está invirtiendo en innovación, como también lo hizo en la crisis de los 70.
Para salir de la crisis tenemos que ser innovadores, hacer cosas nuevas, mejorar la calidad de los productos, diferenciarlos y ofrecer soluciones imaginativas, en definitiva, reinventar y reinventarnos en nuestro trabajo. La única alternativa para salir de la crisis sería bajando precios y calidades, pero esto ya no lo podemos hacer porque estamos en el Euro (no podemos devaluar la moneda) y porque puestos a competir en precios siempre habrá países como China o los países del Este de Europa que nos van a ganar por goleada.
Innovación sí o sí, aunque en este país ante la crisis los primero que han hecho empresas y administraciones es recortar o incluso eliminar los presupuestos de I+D+i. Y eso que esto de la innovación no es nuevo. El gran economista austriaco Schumpeter ya hablaba de los procesos de destrucción creativa de la economía que hacen que la economía evoluciones a través de impulsos innovadores. Pero hay lecciones que no se aprenden nunca.
No obstante, la expresión "instante imprevisto" del manifiesto pone el acento en una doble cuestión que no estaba formulada en tiempos de Schumpeter ni tampoco hace unos pocos años. La primera es que hoy la innovación no es solamente tecnológica ni se hace solamente dentro de un departamento de una gran empresa. No se trata solamente de hacer teléfonos inteligentes, coches y energías no contaminantes y ciudades también inteligentes. Steve Jobs ha sido un ejemplo formidable de innovación personal y social, pero Steve Jobs ha habido uno, y la innovación puede ser cosa de todos.
Innovar hoy es innovar en nuevas formas de hacer, de organizarse, de pensar, de crear nuevos servicios, de interaccionar con todos. En el mundo que yo investigo, ahora están de moda los conceptos de innovación abierta y de innovación social, que subrayan que la innovación hoy tiende a ser fruto de un tejido social innovador. La empresa no basta, no se basta a sí misma. Nadie se basta a sí mismo. Hay que innovar creando tejido social innovador con clientes, con proveedores, con compañeros de trabajo, con la comunidad donde se trabaja....
El segundo acento del concepto del "instante imprevisible" creo que puede referirse a una cuestión antropológica aún más aguda. Apertura al instante imprevisible creo que es la atención a lo nuevo que me viene en el trabajo, en los mercados o en la sociedad; atención que me reclama a imponer la novedad hallada sobre los planes preconcebidos o los proyectos rígidos. Es dar primacía a la realidad, a lo me viene de fuera por encima de mis proyectos previos. Implica dar un salto al imprevisto y al riesgo. A apostar por cosas no está aseguradas por nadie. Implica concebir la vida y el trabajo como una apertura a la realidad tal como es y como viene.
Pero el reto mayor es reconocer que uno cada ve puede hacerse menos a sí mismo, si que alguna vez pudo, y tiene que plegarse a lo que la realidad te va marcando. Que es imprevisible. Que puede ser un cambio de trabajo, la oportunidad de irse a China o a Brasil para hacer negocios o el afrontar una situación de paro para crear una nueva empresa o para aprovechar el tiempo de crisis formándose más en el extranjero, siguiendo ejemplos que también pone el manifiesto.

8. Por último, la tercera provocación es la frase que habla de la subsidiariedad real: que lo que pueda hacer la sociedad no lo haga la administración. Esto me parece también fundamental en nuestros días. Si no vamos en esta dirección, si seguimos pensando que el Estado debe resolver todos nuestros problemas y asegurar nuestros "derechos", podríamos acabar en bancarrota como Grecia, o mal como tantos sectores o grupos de la sociedad que viven aprovechándose del Estado sin tomarse en serio su responsabilidad. El Estado debe promover la capacidad de iniciativa, no sustituirla. Como hace cuando promueve colegios concertados, cooperación público-privada en servicios locales, o la cooperación al desarrollo a través de las ONGs. De esta manera se favorece la diversidad generadora de innovación y se permite que un servicio público nazca de la sociedad, -desde abajo-, lo que además puede ser fuente ahorradora de costes para el Estado. La sociedad puede volver a ser la protagonista de su bienestar.
Pero para ello, hay que superar la dialéctica entre individualismo y estatalismo, las dos ideologías que impiden el protagonismo de la sociedad en nuestros días, tal como nos dijo Phillipe Blond en la apertura del Encuentro Madrid de este año.


9. Philip Blond
hablaba de los efectos del individualismo y el estatalismo en la economía, dos caras de la misma moneda. Dos caras que fracasan. El estatalismo no responde al problema que supuestamente lo justifica, que es la justicia social y la pobreza; no lo consigue. El individualismo tampoco consigue responder a la supuesta necesidad de que el individuo pueda hacer lo que quiera prescindiendo de su dimensión social (como en el ejemplo del miedo de bajar a la calle en un vecindario individualista donde nadie conoce a nadie). Ambas ideologías, individualismo y estatalismo nacen de una concepción donde el hombre lobo para la hombre -Hobbes- o donde el hombre, bueno por naturaleza, al vivir en sociedad, acaba reclamando un estado fuerte -Rousseau-.
Yo añadiría que el individualismo lleva a trabajar en función de un proyecto personal, de una carrera profesional que se espera coincida con la de los mercados: confía en el empeño individual y en los mercados que remuneren ese esfuerzo individual. El estatalismo lleva a trabajar en función de objetivos quizá más idealistas, confiando en que el Estado estará ahí para solucionar cualquier cosa que vaya mal, el despido, la jubilación, la enfermedad... Seguramente la mayor parte de los individualistas son también estatalistas porque las dos cosas no son incompatibles y tienen la misma raíz. Y ambas señalan aspectos justos: es justo que el mercado remunere el esfuerzo, es justo el Estado ayude a sostener los problemas. Pero las dos formas coinciden en dos cuestiones claramente negativas para una cultura del trabajo verdaderamente humana y productiva:
1. Resultan parte de un proyecto individual al que otros tienen que responder. Otros, el mercado y/o el Estado tienen que sacarme las castañas del fuego. Y si algo mal, como en la crisis, ellos son los culpables. En la crisis, la mitad de los tertulianos culpan a los estados, los gobiernos y los reguladores de la crisis y de no sacarnos de ella; la otra mitad a los mercados, a los financieros y los especuladores. Los culpables siempre son otros. Una posición que niega la libertad y el protagonismo. Como el muro de Pink Floyd que arrasaba todo y donde cada uno se ve como un ladrillo en ese muro. Los culpables son los que guían el muro. No hay libertad y llega un momento donde ni siquiera el motivo egoísta de hacer cerrera profesional y ganar dinero resulta suficiente para esforzarse en el trabajo, ser creativos y generar desarrollo. Esto es verdad en nuestras sociedades pero en particular en España, a la cola del mundo desarrollado en productividad e innovación.
2. Ambas posturas, ignoran, o niegan prácticamente, la sociedad civil. Se ignora la corresponsabilidad en el trabajo, se ignora a aquellos con los que se trabaja... en la universidad los amigos de la Asociación Atlántida y de la Asociación Universitas hablan de un pacto de indiferencia. La indiferencia de unos con otros niega la dimensión social del hombre, y reduce el trabajo, lo hace menos rico, menos creativo, menos verdadero. E introduce una cultura de la sospecha, de que el otro es un competidor o un enemigo.
La confianza es el motor del crecimiento económico y necesita de hombres que confían unos de otros. Esto no lo consigue el estatalismo ni el igualitarismo absurdo que predica como tampoco el individualismo que predica la competencia y la ley de los más fuertes, los más listos o los más poderosos. Tanto lo uno como lo otro genera una espiral de desconfianza en el trabajo y en la sociedad que mina el crecimiento económico.
Lo confianza solamente puede nacer de una concepción del hombre que no vive todo, su trabajo incluido, a partir de su propio proyecto, o de su cálculo, o reaccionado a partir de lo que le van dictados los mercados o el Estado, sino siendo protagonista a partir de un designio bueno que se ha manifestado hoy en la sociedad, al que tú y los que trabajan contigo pertenecen. Mounier decía que trabajar es hacer un hombre al mismo tiempo que una cosa. Trabajar hoy es desarrollar hombres y relaciones humanas nuevas al mismo tiempo que crear riqueza. Esto es el progreso. Esta es la vocación del trabajo. Estamos llamado a vivir plenamente y a ser protagonistas del mundo y de la historia, no a buscar el propio avió en la esquina menos incómoda del sistema. España vive demasiado de la economía del rincón más o menos confortable y de la astuta picaresca, propia de la dialéctica individuo-Estado.
El individualismo siempre es un menos. El hombre, solo, tiende a depender del Estado o a estar sometido, impedido, a los vaivenes del mercado. “Hacer con” es una forma de afrontar la crisis. Grupos de amigos, de empresas, de sectores sociales, ONGs y fundaciones, de medios de comunicación, sindicatos y partidos. “Haciendo con” se puede regenerar la confianza perdida en lo que uno y los demás hacen. Además, la falta de información sobre los productos, los ahorros, los mercados, las oportunidades impele a trabajar con otros en la formación de diagnósticos y soluciones certeras. Y, sobre todo, la corresponsabilidad es la mejor forma de ayudarse unos a otros sin esperar a que una mano invisible o salvadora venga de instancias lejanas. Es el tiempo propicio para que la sociedad civil, no el mercado o el Estado, cobre un nuevo protagonismo.
Hoy, los individuos y los Estados se muestran más débiles que nunca. Por ello, es más necesario que nunca restablecer la confianza dando pleno protagonismo a las personas que tienen un deseo despierto para vivir plenamente y construir la sociedad.


10. Quiero terminar con una frase de Albert Einstein que ayer me recordaba un amigo, y que fue publicada el año pasado en el cartel de la Compañía de las Obras sobre la crisis, con esa estupenda imagen de un barco surcando firme los mares en medio de un tremendo oleaje.
"No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a las personas y países, porque la crisis trae progresos, la creatividad nace de la angustia como el día de la noche oscura. Es de la crisis que nacen la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a si mismo sin quedar superado. Quien atribuye la crisis a sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más los problemas que las soluciones, la verdadera crisis es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los paises es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin la crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos nuestro talento y nuestras habilidades para encontrar soluciones, acabemos de una sola vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla." Albert Einstein
Poco textos como este del científico de la teoría de la relatividad y como este manifiesto sobre la crisis de Comunión y Liberación pueden suscitar tanta esperanza.
Muchas gracias.

jueves, 16 de junio de 2011

Italia, la forza di cambiare

Italia, la forza di cambiare

Giorgio Vittadini

giovedì 16 giugno 2011



Cosa è accaduto, allora, all’Italia? E’ accaduto che si sta vergognando della sua cultura, della sua capacità di conoscenza “per avvenimento”, che sarebbe, proprio nel momento di crisi odierna, la sua più efficace risorsa, e sta cercando la sua strada altrove. Il contributo più originale dei cattolici alla vita italiana, oggi, può ancora essere quello di risvegliare questo tipo di intelligenza magnanima della realtà, da cui, solo come conseguenza, può derivare anche la tutela dei principi irrinunciabili e una morale per l'uomo. Il contributo dei cattolici è questa diversa posizione e prospettiva di fronte alla sfida della realtà quotidiana: un modo di conoscere non ridotto, realista e capace di nesso col desiderio umano.

C’è un nemico di questa concezione e prassi che ha fatto grande l’Italia. Viviamo in un’epoca, dal 1600 a oggi, in cui la filosofia e il pensiero economico e politico privilegiano un altro tipo di uomo: non quello che conosce partendo dal desiderio, bensì quello negativo che si muove seguendo le sue pulsioni egoistiche (e che lo Stato deve controllare). Assumendo questa concezione, molti hanno perso quel realismo capace di cambiamento e l’hanno trasformato in lamento, comodo, giustizialismo, utopia, delega al potente di turno, non assunzione della propria responsabilità, resistenza al cambiamento, distacco dai propri ideali. Spesso non se ne è coscienti, ma questo è l’inizio del declino umano, sociale, economico e politico di singoli, gruppi, nazione intera. Le celebrazioni per i 150 anni dell’unità d’Italia sono una grande occasione per la riscoperta di un pensiero e una prassi più confacenti ai nostri attuali bisogni e desideri, come singoli, comunità, popolo.

lunes, 9 de mayo de 2011

The Most Fascinating Story on May 1st (statement of Communion and Liberation)

The Most Fascinating Story on May 1st (statement of Communion and Liberation)

Two historical events vied for our attention on May 1st.

On the one hand, countless news outlets proclaimed the death of Osama Bin Laden. Yet, dramatic as this story’s particulars may be, it is not really new.

This tale tells of the demise of a man whose ideology led him and his followers to perpetrate and rejoice in the death of others. In fact, ideology always encourages those caught in its grip to devalue human life in front of the idols it creates and to delight in the deaths of those who refuse to worship them. From this point of view, we found the emotional celebrations for Bin Laden’s death to be a disturbing sign of the dominion of another ideology over some, albeit one that employs words such as “freedom,” “democracy” and “justice.”

On the other hand, we saw that 1.5 million people gathered in Rome to celebrate the beatification of the late Pope, John Paul ll. Here we witnessed a fascinating story, one that is truly new.

His dramatic life played out within two of the wickedest regimes ever known to history, inspired by two of the most blinding ideologies ever fashioned: Nazism and Communism. Living his faith — in the Words of Pope Benedict XVI — as the “intelligence of reality” led him to recognize and proclaim the ultimate goodness and dignity of every person, founded upon a unique relationship with God. By encouraging his countrymen to join together in solidarity to put that intelligence to use, he gave them a weapon that vanquished Communism within their nation, triggering its collapse in Europe.

That intelligence of faith likewise bestowed upon him a palpable love for human beings, witnessed particularly by his forgiveness of his would-be Muslim assassin. Who can forget the 1983 picture of John Paul II in prison with his arm around Mehmet Ali Aca, while shaking his hand? We’ve recently witnessed that same intelligence of faith wrestle with the ideology of Islamic terrorism in Pakistan, after the murder of its ex-Minister for Minorities, Shahbaz Bhatti. After Shahbaz’s death, his brother, Paul, said he and his family have forgiven the assassins, “because our faith teaches us to do this. Our brother Shahbaz was a Christian and the Christian faith tells us to forgive.”

The intelligence of faith also made John Paul II courageous in front of evil, proclaiming to all, “Be not afraid,” because, “Love is stronger than death!” What a contrast to the fear that grips so many after Bin Laden’s death!

We find the story of John Paul II’s life and its continued draw upon millions around the globe a much more fascinating story than that of one man’s death. This is so because six years after his own passing, John Paul II’s story still witnesses to the only truly new announcement in history: the fact of a man who is risen from the dead and of His continuing presence among us.

Looking at His witnesses, we struggle to follow Christ present today and to learn to render the intelligence of our faith an intelligence of reality, in order to build what Paul II termed a “civilization of love,” one that is stronger than that which opposes it, the culture of death.

* Note: This contains all the interesting grammar of a piece that was written by multiple collaborating authors, many of whom do not claim English as a mother tongue. Nonetheless, there is something very useful and worthwhile here.

jueves, 17 de febrero de 2011

IRLANDA - DA DOVE SI RIPARTE? I fantasmi di un paese

IRLANDA - DA DOVE SI RIPARTE?
I fantasmi di un paese
John Waters


C’era una volta il boom. Vent’anni di crescita e benessere. Poi è arrivata la crisi. E la disoccupazione, i senzatetto, il ritorno dell’emigrazione...
Ma che cosa sta succedendo davvero alla «Tigre Celtica»? Viaggio (accompagnati da una guida d’eccezione)?in una società che ha tagliato troppo in fretta i ponti con la tradizione senza decidere verso «cosa» andare. E che ora aspetta qualcosa

A quanto pare - almeno come sostiene la gran parte delle cronache sull’attuale situazione dell’Irlanda - gli ultimi due anni hanno cancellato due decenni di progresso, prosperità e costruzione di fiducia. Questa affermazione parte dal presupposto che il progresso, la prosperità e la fiducia fossero radicati fortemente nella realtà. Ma non è così.
Sì, gli irlandesi oggi sono costretti a ripensare tutto da capo. O, per lo meno, forse dovranno ripensare tutto, una volta che avranno smesso di attribuire colpe, sfogare la rabbia, recriminare, cercare capri espiatori per la disintegrazione del sistema bancario e la perdita del benessere che molti avevano iniziato a ritenere uno stato di cose naturale.
A crollare, negli ultimi due anni, è stato il modello materialista, sorto in reazione a un’Irlanda tradizionalista, ritenuta fallimentare. Per molti versi, quel che è accaduto era diretta conseguenza del genere di progresso e prosperità perseguiti da chi ha guidato il Paese nell’ultimo mezzo secolo. Cinquant’anni in cui l’Irlanda è stata teatro di una serie di battaglie in cui tradizionalisti e modernizzatori si sono scontrati su questioni di natura profondamente simbolica: da un lato, i primi si aggrappavano all’immagine di un’Irlanda devota e timorata di Dio, che rifuggiva il materialismo e si vedeva incarnata nei principi di una fede semplice, che voleva tener fuori la minaccia del mondo moderno; i modernizzatori, dall’altro lato, sostenevano che, per diventare una nazione prospera e dinamica, l’Irlanda avrebbe dovuto voltare le spalle alle semplici verità del passato, abbracciare il pluralismo, l’uguaglianza e la libertà, valori che si ritenevano antitetici alle cose semplici di un tempo. Questa lotta ideologica è stata una scelta illusoria, perché ha portato alla frattura tra passato e futuro.
Se torniamo indietro di una decina d’anni alla ricerca delle radici dell’attuale crisi, ci scopriremo a osservare le rovine di una politica economica ingenua: la folle tendenza all’indebitamento, una bolla immobiliare gonfiata dall’illusione collettiva di essere impermeabili ai normali fattori di rischio, e una conseguente strategia fiscale: una Torre di Babele che già ondeggiava al vento. Ma questa è solo la punta dell’iceberg, che non sfiora neppure le complesse questioni culturali scaturite da un certo modello economico. Dopotutto, l’Irlanda è un Paese ricco di cultura e risorse naturali, una terra tra le più fertili d’Europa, con un clima estremamente propizio all’agricoltura. Essendo un’isola, ha accesso a zone di pesca praticamente illimitate. Può vantare una tradizione letteraria ineguagliata. E la sua popolazione, circa quattro milioni di persone, non supera quella di una metropoli inglese o americana. Sulla carta, la popolazione irlandese dovrebbe potersi sostentare autonomamente con le risorse a disposizione.
Eppure, per la maggior parte dei novant’anni di indipendenza dall’Inghilterra, ha stentato a sopravvivere e a mantenere stabili i livelli demografici. Negli anni Trenta, e di nuovo nei Cinquanta, ha subìto una consistente emorragia di popolazione, tendenza che persiste fin dalle grandi carestie degli anni intorno al 1840. Dopo una breve tregua negli anni Settanta, l’emigrazione è ricominciata, per proseguire fino al miracoloso boom dei Novanta, che ha ribattezzato il Paese la «Tigre Celtica».
Le politiche moderne avrebbero dimostrato che, con le scelte economiche giuste, l’Irlanda sarebbe stata in grado di essere autosufficiente. Ma in realtà il Paese ha ceduto le sue risorse in cambio di quasi nulla. Oggi l’agricoltura irlandese si basa soprattutto sulla produzione di carne bovina e latticini. Se fate un giro in macchina nella celebre campagna irlandese, non potrete fare a meno di notare che solo una minima parte della terra è coltivata. Le aree di pesca sono sfruttate soprattutto da pescatori spagnoli. Il settore turistico è in stallo, perché non sappiamo decidere quale versione di noi stessi vogliamo promuovere: il kitsch tradizionalista o il dinamismo della modernità. La tradizione letteraria langue perché ha cessato di interrogarsi su se stessa.
Dopo un lungo periodo di stagnazione economica e culturale, gli anni Settanta sono stati una fase di crescita entusiasmante, grazie anche alla crisi di una visione tradizionalista dell’Irlanda. Gli anni Ottanta sono stati caratterizzati da una serie di “guerre civili” di natura etica: temi come aborto e divorzio sono diventati centrali nella lotta per il futuro. Nel 1992 si scoprì che un autorevole vescovo irlandese aveva un figlio adolescente in America; molti, che in cuor loro avevano iniziato a dubitare del modello cattolico loro inculcato, cominciarono a criticare apertamente quel sistema di valori. Quello fu solo il primo (e forse il meno grave) di una lunga serie di scandali.
La nuova prosperità non faceva altro che confermare la validità del programma di modernizzazione avviato.

Per mare o per terra? È difficile smentire questa tesi. I dati ufficiali indicavano che, eliminando l’attaccamento degli irlandesi alla tradizione, al nazionalismo, alla religiosità e alla propria identità, l’Irlanda si era aperta al mondo esterno creando un nuovo modello economico. Ma nessuno aveva previsto la vulnerabilità che ne sarebbe conseguita.
I due brevi periodi di ripresa economica negli anni Settanta e Novanta si sono basati soprattutto su due fenomeni: i deficit di bilancio e l’incentivo alla dipendenza. Il modello economico propugnato dai politici moderni rinunciava allo sviluppo delle risorse locali in favore di accordi con il mondo esterno. Così, l’Irlanda ha le più basse imposte sulle società al mondo, allo scopo di attrarre le multinazionali. I diritti di pesca sono stati ceduti nell’ambito dell’ingresso nell’Unione Europea, in cambio di fondi strutturali per costruire autostrade.
Per lungo tempo, in effetti, sono esistite due economie irlandesi: da un lato il settore industriale transnazionale che produce componenti per computer e farmaci, e un settore finanziario internazionale che gode di ottima salute. È stata questa “economia dell’intruso” a stracciare tutti i record negli ultimi vent’anni. Dall’altro, però, c’è l’economia autoctona, che ha scarsi risultati.
Se l’Irlanda dovesse fare affidamento su ciò che oggi è in grado di generare da sola, il popolo farebbe di nuovo la fame. Le politiche perseguite dai vari governi hanno puntato molto sul promuovere l’apertura all’economia globale, al fine di beneficiare della ricchezza di ritorno, della prosperità e del successo di altre società. C’è ben poco di irlandese in tutto questo. L’Irlanda è circondata dal mare, ma non sa se vuol essere un animale d’acqua o di terra: preferisce sopravvivere sulla cresta dell’onda generata dalle attività di economie più grandi.
I motivi di tutto ciò sono complessi e profondi. Riguardano la storia della Nazione, traumatica e piena di stravolgimenti, e in particolare la mentalità nata da quell’esperienza.

Il virus si riaffaccia. L’Irlanda non è mai stata una colonia in senso stretto, ma la natura dei rapporti con l’Inghilterra era essenzialmente coloniale, cioè basata sulla relazione tra schiavo e padrone. Dunque, i problemi - non saper sfamare il suo popolo, non riuscire ad apprezzare i doni ricevuti e non saperli sfruttare, la continua ricerca di una nuova dipendenza a cui abbandonarsi - sono tutti sintomo di un’esperienza storica che deve ancora essere assimilata a livello culturale.
Dopo l’indipendenza, l’Irlanda non ha mai smesso di domandarsi cosa può diventare, restando fedele a se stessa. I leader hanno scelto la strada più semplice e a breve termine: sfruttare gli aiuti dell’Unione Europea senza capire che questo ha un prezzo.
Il problema di fondo è, quindi, culturale: la mancanza di fiducia in noi stessi, anzi un odio per noi stessi inculcato nel corso di un processo di oppressione e dominio, un virus recalcitrante che resta dormiente a lungo per poi riaffacciarsi. Questo ha impedito al Paese di tracciare una nuova rotta, di tornare a immaginare, dopo la lunga dominazione, come affermarsi nel mondo contando sulle proprie energie e le proprie idee. Il risultato è una società che non trova valore in se stessa, che cerca le risposte solo nell’imitazione di ciò che altri, altrove, hanno trovato utile.
Un sintomo di questa malattia è il fenomeno dell’emigrazione che ha defraudato il Paese di energie giovani che in patria avrebbero potuto imporre un mutamento di pensiero. Ora l’emigrazione è ricominciata, e di nuovo minaccia di sabotare il processo di apprendimento che potrebbe scaturire dai problemi di oggi.
Per quanto riguarda la fede, questa nella cultura irlandese significa, in realtà, aderenza cieca a prescrizioni imposte: è quasi assente il senso di un legame tra ciò che la realtà offre e l’idea di Dio o di Provvidenza. Nella cultura dominante due correnti vanno per la maggiore: coloro che si aggrappano alla pura devozione e coloro che rifiutano ogni connessione tra cristianesimo e vita sociale. Dunque è impossibile identificare un punto da cui ripartire, se non nei meccanismi delle realtà economiche. Ne risulta un dibattito sterile, privo di fondamenti. La Chiesa irlandese offre pochi contributi utili alla discussione in seguito alle molte rivelazioni sugli abusi da parte del clero e sui relativi insabbiamenti.
Mentre attendiamo un deus ex machina, dunque, il dramma irlandese resta sospeso tra ripetitività e accanimento: un disco rotto che suona una canzone noiosa e falsa.
Sotto questi malanni si nasconde l’onnipresente questione generazionale: il ritmo naturale di avvicendamento si è spezzato. La generazione più anziana non vuole più delegare il potere verso il basso, si rifiuta di integrare la società con energie giovani.
Dunque, ogni ipotesi di soluzione sembra destinata a fallire e in genere il dissenso è confinato nel reazionarismo bilioso dei blog e delle rubriche radiofoniche, con le telefonate degli ascoltatori.

Un segno all’orizzonte. Anche qui occorre risalire alle origini. Dobbiamo aprire gli occhi e guardare a ogni cosa come se la vedessimo per la prima volta. Da dove oggi possa nascere una simile chiarezza, e come la si possa comunicare alle masse, è più difficile da stabilire. Ma la speranza sta nella convinzione che qualcosa accadrà: qualcosa di inatteso e imprevedibile. Il boom della «Tigre Celtica» di metà anni Novanta, malgrado le ripercussioni negative, ci offre almeno il ricordo di un evento che non avevamo pianificato. Un evento che semplicemente si è manifestato, esito di una convergenza di fattori che nessuno aveva compreso appieno. Possiamo essere certi che una nuova convergenza si realizzerà presto, con le stesse dinamiche: forse quando il cuore dell’Europa comprenderà che i fallimenti del recente passato non possono trovare rimedio nella riproposizione delle stesse politiche che li hanno generati, o nel dare ascolto alle stesse voci che caldeggiavano quelle politiche.
Insomma, aspettiamo che accada qualcosa senza sapere di che si tratterà.
Restituiti alla nostra condizione naturale, scrutiamo l’orizzonte in cerca di segni. Sono convinto che non dovremo attendere a lungo.

Revista Italiana Tracce

La caja de Camerón. John Müller

AJUSTE DE CUENTAS

La economía británica está sufriendo su ajuste más duro en 30 años. En el último trimestre de 2010 su riqueza se contrajo un 0,5%, según Eurostat, retornando a los números rojos después de tres trimestres en los que parecía que salía de la crisis. El plan de David Cameron para ahorrarse 81.000 millones de libras y equilibrar el gasto público ha supuesto fuertes recortes a todos los niveles. En diciembre, tan solo seis meses después de asumir como primer ministro, su popularidad se hundió en las encuestas.

Cameron sabía que, con la crisis, la economía no sería un terreno donde apuntarse victorias. Por eso ideó un plan sociopolítico al que denominó The Big Society (la Gran Sociedad) destinado a «reconstruir la sociedad británica» frente a un Estado que se había inmiscuido en todos los rincones de la vida debilitando la iniciativa privada.

Según Cameron, sólo cuatro de cada 10 británicos creen que se puede influir en las decisiones de su comunidad. The Big Society debía cambiar esto. «Se trata de un poderosa visión para crear una nación de ciudadanos y comunidades con capacidad de decisión», afirma la web de The Big Society Network. Tres son los principios que animan al movimiento: conceder más poder a los individuos y a las comunidades para decidir qué hacer con los recursos, fortalecer la responsabilidad social y crear un Estado transparente y eficaz.

La idea de Cameron también tendrá este año su propio banco, el Big Society Bank, constituido con un capital de 300 millones de libras (unos 359 millones de euros): 200 millones aportados por los bancos comerciales británicos y 100 millones que proceden de cuentas bancarias abandonadas o no reclamadas por nadie. Se supone que el BSB financiará empresas con proyección social, grupos caritativos, organizaciones de voluntariado, microempresas, etc.

Si el concepto de The Big Society ya era ambicioso y un poco étereo, lo que ha terminado por confirmar el insospechado idealismo de Cameron ha sido su decisión de relanzarlo justo cuando los recortes del gasto público amenazan su idea. A las críticas de los laboristas de que The Big Society no era más que un sucedáneo de un amputado Estado benefactor se han sumado ex partidarios de la idea que ahora la dan por imposible. Es el caso de Elizabeth Hoodless, la responsable de una de las principales organizaciones caritativas del país, que la semana pasada dijo que los recortes presupuestarios «amenazan con destruir el voluntariado» en el Reino Unido.

El plan tampoco funciona a nivel de las corporaciones locales porque éstas tienen que aplicar un recorte del 27% de sus recursos en cuatro años.

En fin, que Cameron no ha encontrado mejor forma de poner otra vez de moda su iniciativa, a la que describe como su «pasión», que poner en marcha su banco social. Y para ello ha reclutado a Sir Ronald Cohen, un financiero que tradicionalmente hace donativos a los laboristas y que ha aceptado hacerse cargo el banco. Cohen ha advertido que los 300 millones de capital inicial no van a paliar los fuertes recortes que están sufriendo diversas organizaciones, pero ha aceptado ponerse a trabajar en ello.

Curiosamente, los laboristas crearon hace unos 10 años el antecesor directo del BSB, el Social Investment Bank, donde se iban a verter los fondos de todas las cuentas abandonadas en los bancos comerciales. Se esperaba recaudar 400 millones de libras y al final sólo se pudieron colocar 75 millones a disposición de proyectos sociales. Como se ve, los ingleses han redescubierto los principios sociales de la banca escocesa o de los frugality banks, los mismos que dieron origen a nuestras ahora criticadas (y casi sentenciadas) cajas de ahorros. Cuando unos van, otros vienen.

El mundo, 17 de febrero de 2011